Los mudras “sellan” la unión con la divinidad. Posibilitan el desarrollo de un lenguaje simbólico que es la forma metafórica de conexión con lo divino. Podemos distinguir infinidad de mudras fijándonos en las manos de los dioses. Los mudras están ampliamente codificados en los antiguos tratados. Sus nombres varían según la danza de la que estemos hablando, y dado su origen ritualdevocional se pueden encontrar también en otras técnicas diferentes de la danza, como puede ser el yoga. Y más allá, en la propia gesticulación del lenguaje no verbal cotidiano.
Este aprendizaje y práctica del movimiento del baile, alcanzando a ínfimas partes del cuerpo de forma aislada, que además deberán después unirse para danzar armónicamente, necesita de una técnica rigurosa y precisa. La necesidad de comprender lo que se está haciendo supera la dificultad y hace necesario ejecutar los movimientos detenidamente, para familiarizarse con ellos. Después se deben memorizar sus numerosos significados, una etapa más en este camino devocional para la conquista de la danza.
Cuando un practicante del camino espiritual forma con sus manos un mudra enraizado en la tradición religiosa, recrea una experiencia vivida por múltiples aspirantes espirituales, que ya usaron su cuerpo para realizar la Divinidad cada dedo. Cada torsión o movimiento de la mano es un símbolo poderoso que la experiencia ha demostrado que es útil para armonizar el cuerpo con los ciclos cósmicos y pacificar la mente, además, es el signo de la unión del individuo con la Divinidad.
Alberto Morales
Fuente: «Fusión. El Universo que danza» de Patricia Passo