El valor terapéutico de la danza oriental I

DELIMITANDO CONCEPTOS

 

Tesina: Mariela Díaz Dorner
Diploma Universitario en Danza Oriental 2010/2011


 

1. Introducción

Las alumnas entran alborotadas a sus clases de Danza Oriental, ruidosas, con un habla acelerada, con la mente inquieta e incapaces de concentrarse en lo que están haciendo. Pero al finalizar la clase, salen en un estado de relajación, se sienten ligeras, hablan en un tono tranquilo y suave expresando sensaciones de placer y bienestar.

En mitad de una clase de Danza Oriental en un ambiente relajado, una alumna rompe en llanto y sale de clase. Al volver dice no entender las razones de ese llanto repentino que a ella misma ha sorprendido, que simplemente viene de una sensación visceral, pero que después del llanto se siente liberada y regenerada.

Alumnas a quienes la Danza Oriental les ha ayudado a salir de un estado depresivo, de una anorexia u otros trastornos psicológicos. Alumnas a quienes la Danza Oriental les ha ayudado a comprenderse mejor, a quererse más, a aceptar partes de sí mismas que antes rechazaban, a comprender su vida de otro modo más conciliador con su ser, y en definitiva, a transformar de algún modo sus existencias.

Éstas son el tipo de experiencias que hacen que exista dentro de la disciplina una idea generalizada de que la Danza Oriental tiene cierto valor terapéutico. Experiencias que de forma intuitiva apuntarían a resultados catárticos, liberación de tensiones, relajación y afecto positivo, así como cambios conceptuales sobre su propio ser y sobre la vida. Este aspecto de la Danza Oriental parece que está suscitando mucho interés.

Cuando se habla de la Danza Oriental es fácil que aparezca relacionado al término terapéutico. Si echamos un vistazo a Internet, se habla de la Danza Oriental como una “nueva tendencia terapéutica”, las clases de Danza Oriental se incluyen como una terapia más entre las terapias llamadas “alternativas” y las llamadas “naturales”. Es muy común que las bailarinas y profesoras de la disciplina incluyan entre la información sobre Danza Oriental, junto a la historia y otra información básica, un apartado sobre los “beneficios terapéuticos de la danza oriental”. Y no es escaso el número de profesionales que denominan directamente “Danza Oriental Terapéutica” acuñando el término “terapéutico” como característica indisoluble de la disciplina.

Veamos cuáles son los “beneficios terapéuticos” que se le atribuyen a la Danza Oriental. A continuación, se muestra un cuadro resumen con una recopilación de distintas fuentes de los efectos que se asocian a esta danza:

Tal y como estaban expresados en las fuentes originales, inmediatamente salta a la vista dos tipologías: efectos que se refieren exclusivamente al plano físico y efectos que se refieren al plano psicológico. Esto pone de manifiesto la dualidad mente-cuerpo tan característica de la mentalidad occidental. En realidad, la Danza Oriental, como disciplina propiamente oriental, se caracteriza como veremos y matizaremos más adelante por la integración mente-cuerpo. Por tanto, deberían entenderse como beneficios holísticos en la que el cuerpo y la psique se influyen de forma recíproca, o con mayor exactitud, que todos y cada uno de los beneficios son en realidad un todo.

Yo soy hija de la cultura Occidental que entiende la ciencia bajo ese prisma fragmentario. Y como consecuencia, mi formación como psicóloga no me aportó conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo, conocimientos que se hallan en otras disciplinas, otros compartimentos estancos, como la fisioterapia o la medicina. Por ello mi trabajo deja un poco de lado los aspectos más puramente físicos y hace especial énfasis en el plano psicológico del valor terapéutico de la Danza Oriental. Esto puede entenderse como una limitación de este trabajo. No obstante, mis conocimientos y mi experiencia como bailarina de Danza Oriental me proporcionan una comprensión más cercana a la realidad integradora propia de esta danza. Esto hace que mi propuesta, aunque se refiera a enfoques psicológicos, sea un enfoque psicológico que integra el cuerpo y otros conceptos, más allá de la dualidad mente-cuerpo imperante dentro de la Psicología. Y, desde luego, por algún lado hay que empezar a sistematizar el valor terapéutico de la Danza Oriental. Yo hago mi propuesta desde los conocimientos de la Psicología, a la espera que otras disciplinas sigan aportando más conocimientos.

Hecha esta consideración sobre el rumbo psicológico que va a tomar este trabajo, volvamos al cuadro resumen de los “beneficios terapéuticos” que se asocian a la Danza Oriental. Podemos hacernos algunas preguntas al respecto: ¿Qué beneficios son propios de la Danza Oriental y qué beneficios son propios de la danza en general? O más aún, ¿qué beneficios son simplemente propios de un ejercicio moderado? Con esto quiero poner en evidencia la necesidad de reflexionar sobre a qué nos queremos referir con el efecto terapéutico de la Danza Oriental. Parece claro que tiene efectos terapéuticos, pero, ¿son esos “beneficios” los que nos permiten hablar de la Danza Oriental como terapéutica? Porque entonces también podríamos hablar de paseos terapéuticos, natación terapéutica o ajedrez terapéutico. Pero sin embargo a este tipo de actividades no se le acuña por definición el término terapéutico aunque puedan compartir una buena proporción de los beneficios terapéuticos listados en el cuadro. ¿Qué es entonces lo que hace de la Danza Oriental sea claramente asociada a un valor terapéutico como algo definitorio de la misma?

En Internet y libros de divulgación de la Danza Oriental se hace referencia a los chakras, a los arquetipos femeninos, al efecto de las músicas árabes, a técnicas de respiración, a bloqueos musculares, a la improvisación como ejercicio de creatividad, a la integración cuerpo-mente, y otras muchas ideas. Son explicaciones laxas, uniendo conceptos en una mezcolanza. Desde luego hay muchas explicaciones de tipo divulgativo que repiten esta diversidad de ideas, pero si vamos a la búsqueda de estudios e investigaciones, es difícil encontrar de dónde han salido estas ideas pues los estudios metódicos acerca del tema son casi inexistentes. Parece que hay cierta intuición de a qué se debe el valor terapéutico de la Danza Oriental, pero falta coherencia y conocimiento fundamentado sobre estas ideas.

Los estudios metódicos sobre el valor terapéutico de la Danza Oriental, como digo, son muy escasos. Al menos en lo que se refiere a Occidente y a textos de acuerdo con una metodología académico-científica. Esto en parte tiene que ver con el hecho de que la Danza Oriental no está academizada y es difícil encontrar a bailarinas que produzcan estudios académicos sobre ella, mucho más lo es acceder a los pocos estudios que puedan existir debido a que no hay creados canales de difusión académicos como revistas especializadas. Aún así he encontrado algunos estudios sobre el valor terapéutico de la Danza Oriental, producidos en su mayoría desde otras disciplinas, que merecen ser revisados.

El libro de “El despertar de la Diosa” de Merino (2003)[1] es quizás uno de los primeros intentos de sistematizar de alguna manera el valor terapéutico de la Danza Oriental. En él, la autora describe cuidadosamente cada uno de los movimientos de la “Danza Oriental Terapéutica” de cada una de las partes del cuerpo y su didáctica, dirigido al público general. Aunque su aportación es valiosa por ser uno de los primeros escritos modernos en Occidente sobre el valor terapéutico de la Danza Oriental, la fundamentación de la autora queda al nivel del sincretismo insustancial pues no llega a referirse a ninguna teoría concreta ni sigue una argumentación metódica.

De León (2006)[2] realiza un estudio empírico de 7 sesiones de Tribal Belly Dance para mujeres que han sufrido abusos sexuales. El marco teórico que utiliza relaciona la Danza Oriental con la Danza Movimiento Terapia y estructura las clases como una aplicación concreta de la Body Ego Technique de la DMT. Como crítica no puedo evitar apuntar que 7 sesiones es una duración irrisoria para evaluar los efectos terapéuticos de la Danza Oriental. Pero a pesar de eso resulta muy valioso que haya documentado con rigurosidad una experiencia empírica del uso terapéutico de la Danza Oriental. Otro estudio que refiere a la Danza Movimiento Terapia como marco teórico que justifica el uso de la Danza Oriental como terapéutica es la tesis doctoral de Nganou (2007)[3], una médico y bailarina que utiliza la Danza Oriental de interpretación africana para el tratamiento de mujeres con graves problemas de estrés post-traumático.

Sookoo (2008)[4] hace un estudio sobre el efecto positivo de la Danza Oriental en el autocuidado (self care) de un grupo de mujeres. Esta investigación parte de la inquietud de restablecer cuerpo, mente y espíritu en las mujeres que se encuentran escindidas entre múltiples responsabilidades de la vida moderna (casa, trabajo, estudios,…). Según los resultados de entrevistas y grupos de discusión con las mujeres que han recibido las clases de Danza Oriental, la autora concluye que la explicación de los efectos positivos en el autocuidado se deben a que es una oportunidad de expresión femenina en un mundo androcéntrico y a que la forma no verbal de expresión de la danza y la música es la forma privilegiada de expresión en las mujeres. Esta es una explicación basada en procesos sociales, que aunque completa otro nivel de explicación, no nos revela nada sobre los procesos psicológicos que hacen de la Danza Oriental una danza terapéutica.

Me parece especialmente interesante, aunque se trate de un texto divulgativo, la reflexión a la que nos invita Díez[5] en un artículo en el que ve la necesidad de delimitar el concepto ‘terapéutico’ ante lo que parece la moda de “lo terapéutico” y establece tres niveles de profundidad terapéutica. Un primer nivel básico en el que se actuaría sobre el cuerpo físico, en el que se reparan lesiones y alivian dolores. En este primer nivel advierte ya de la importancia de que la profesora tenga un buen conocimiento de anatomía del movimiento y metodología de enseñanza. Nos advierte del peligro de los atrevidos que dan clases después de haber recibido un par de cursos intensivos. Un segundo nivel sería el del cuerpo energético, que relaciona con el control de la respiración y la regeneración de energía vital que se puede conseguir con ello. Considera que este nivel supone tener conocimientos de algunos ejercicios que amplíen nuestra respiración. Y el tercer nivel sería el cuerpo emocional, relacionado con una mirada hacia el interior, poniendo la atención a qué ocurre por dentro cuando bailamos.  En este nivel sugiere buscar ayuda de un psicólogo si se requiere. Por lo demás, considera que es suficiente que la profesora tenga empatía, humildad, equilibrio, inteligencia emocional, habilidades sociales y grandes dosis de amor. Aunque nos advierte del peligro de “los aprendices” de gurues y llama a la prudencia. Es una reflexión que carece de referencias teóricas, pero me parece enriquecedor tan sólo por la actitud con la que está escrita. La propia autora invita a que se hagan más aportaciones a la discusión.

Albert Lenze (2010)[6] realiza un trabajo teórico sobre cómo estructurar una clase de Danza Fusión Oriental para personas con depresión. La autora fundamenta su trabajo, por un lado, en la psicología humanista para explicar el concepto de depresión, y por otro, en los principios bioenergéticos de Alexander Lower para explicar los efectos terapéuticos de la Danza Fusión Oriental. Aunque estas teorías proceden de enfoques psicológicos distintos, guardan una cierta coherencia. Sin embargo, en el trabajo no hay una explicación explícita de la relación entre las dos teorías.

Otro trabajo teórico ilustrativo sobre la Danza Fusión Oriental es el de Doistua López (2010)[7] que relaciona el valor terapéutico de la Danza Oriental con varios conceptos teóricos distintos: principios bioenergéticos de Alexander Lower, arquetipos de Jung y sistema de chakras. Se intuye cierta relación entre los conceptos basada en la espiritualidad, pero no se llega a hacer tampoco una explicación clara de la misma.

Como vemos, la mayoría de los estudios revisados son sobre una aplicación concreta del valor terapéutico de la Danza Oriental. Al ser estudios aplicados, la discusión sobre la fundamentación teórica de la Danza Oriental es breve, limitándose a lo necesario para justificar la aplicación. Por otro lado, se recurre a distintos conceptos teóricos bien fundamentados pero de forma aparentemente independiente, sin establecer una coherencia teórica entre ellos.

En definitiva, a pesar de lo extendido de la idea del valor terapéutico de la Danza Oriental, se ha reflexionado muy poco acerca de lo que significa realmente. Ese es precisamente el principal objetivo de este trabajo: profundizar un poco más y delimitar un poco mejor la idea de valor terapéutico de la danza oriental. La intención de este trabajo es invitar a la reflexión acerca de las implicaciones que conlleva un uso terapéutico de la Danza Oriental, llamando a la prudencia, y sobre todo, a la necesidad de seguir investigando. Con la finalidad de hacer proliferar una rica discusión teórica que desarrolle los conocimientos acerca del valor terapéutico de la Danza Oriental, mi segundo objetivo en este trabajo es proponer una estructura teórica sobre la cual fundamentar la Danza Oriental como terapéutica. Empezaremos este viaje con una pregunta elemental: ¿sabemos realmente lo que significa el término terapéutico?

2. El concepto «terapéutico»

Como hemos visto se habla comúnmente de la Danza Oriental como “terapéutica”. En general se ha extendido un uso irreflexivo, superficial y comercial del término. Antes de empezar a discutir sobre el valor terapéutico de la Danza Oriental deberemos preguntarnos ¿sabemos realmente qué significa ‘terapéutico’? Vamos a analizar el significado del término. Veamos lo que dice la Real Academia Española:

terapéutico, ca.

(Del gr. θεραπευτικός).

  1. adj.Perteneciente o relativo a la terapéutica.
  2. f.Parte de la medicina que enseña los preceptos y remedios para el tratamiento de las enfermedades.
  3. f.Ese mismo tratamiento.

 

terapia.

(Del gr. θεραπεία).

  1. Med. terapéutica (‖ tratamiento).

 

tratamiento.

  1. m.trato (‖ acción y efecto de tratar).
  2. m.Título de cortesía que se da a una persona; p. ej., usted, señoría, excelencia, etc.
  3. m.U. como vocativo coloquial para aludir a la categoría social, edad, sexo u otras cualidades de alguien; p. ej., ¡Señor! ¡Caballero! ¡Señora!
  4. m.Conjunto de medios que se emplean para curar o aliviar una enfermedad.
  5. m.Modo de trabajar ciertas materias para su transformación.
  6. m.ant. tratado (‖ ajuste).

 

enfermedad.

(Del lat. infirmĭtas, -ātis).

  1. f.Alteración más o menos grave de la salud.
  2. f.Pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual. La ambición es enfermedad que difícilmente se cura Las enfermedades del alma o del espíritu
  3. f.Anormalidad dañosa en el funcionamiento de una institución, colectividad, etc.

 

De todo esto podemos extraer respecto al tema que aquí nos concierne  que ‘terapéutico’ según la RAE es el adjetivo relativo a ‘terapia’, que equivale al término ‘tratamiento’. Y ‘tratamiento’, dentro del ámbito de la medicina, es el conjunto de medios que se emplean para curar o aliviar una enfermedad. Otra definición interesante de ‘tratamiento’ fuera del vocabulario médico es: modo de trabajar ciertas materias para su transformación. Está claro que es poco adecuado referirse a las personas como materia (o quizás no esté tan claro, como veremos más adelante), pero es interesante observar cómo fuera de del modelo médico[8], tratamiento se refiere a un proceso de transformación.

Estas definiciones no están mal para una primera aproximación epistemológica, pero para un análisis más profundo quizás sea necesario realizar un acercamiento más especializado pues las definiciones de la RAE se quedan algo reduccionistas para la cuestión que aquí nos concierne. Vayamos a analizar la definición del término ‘psicoterapia’ para ver qué nos pueden aportar los teóricos de la Psicología respecto al concepto ‘terapéutico’.

“Psicoterapia es el tratamiento, por medios psicológicos, de problemas de naturaleza emocional, en el que una persona entrenada establece deliberadamente una relación profesional con el paciente con el objeto de 1) suprimir, modificar o paliar los síntomas existentes; 2) intervenir en las pautas distorsionadas de conducta y 3) promover el crecimiento y desarrollo positivos de la personalidad” (Wolberg, 1977)[9].

“La psicoterapia es un proceso interpersonal destinado a promover el cambio de sentimientos, cogniciones, actitudes y conductas, que han resultado problemáticas para el individuo que busca ayuda de un profesional entrenado” (Strupp, 1978).

“La psicoterapia es un proceso orientado al cambio que ocurre en el contexto de una relación profesional, empática, poderosa y contractual. Su razón de ser se centra explícita o implícitamente en la personalidad de los clientes, la técnica de la psicoterapia o ambas cosas. Afecta a un cambio duradero en múltiples aspectos de la vida de los clientes. El proceso es idiosincrásico y está determinado por las posiciones preconcebidas de los pacientes y terapeutas” (Zeig y Munion, 1990).

“La psicoterapia es una relación especial culturalmente relativa entre un profesional de la asistencia y un individuo o grupo de clientes. Funcionando desde una plataforma teórica que incluye supuestos básicos sobre la naturaleza humana y el proceso de desarrollo psicológico, el psicoterapeuta trabaja con el cliente para crear una alianza segura, estable y cariñosa en la cual y desde la cual el cliente puede explorar –a menudo por medio de rituales estandarizados— formas pasadas, presentes y posibles de experimentarse a sí mismo, al mundo y sus relaciones dinámicas” (Mahoney, 1991).

«Se entiende por psicoterapia todo tratamiento de naturaleza psicológica, que a partir de manifestaciones psíquicas o físicas de sufrimiento humano, promueve el logro de cambios o modificaciones en el comportamiento, la adaptación al entorno, la salud física y psíquica, la integración de la identidad psicológica y el bienestar bio-psico-social de las personas y grupos tales como la pareja o la familia. Conviene resaltar que el término Psicoterapia no presupone una orientación o enfoque científico-profesional definido, sino que connota un amplio dominio científico-profesional especializado, que se especifica en diversas y peculiares orientaciones teóricas, prácticas y aplicadas.» (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas).[10]

A partir de todas estas definiciones, podemos extraer una serie de criterios que identifican la terapia en general y plantearnos ciertas preguntas para definir la Danza Oriental como terapéutica:

3. Conjunto de técnicas

Si una terapia se constituye por distintos tipos de técnicas, ¿es la Danza Oriental una terapia o una técnica dentro del conjunto de una terapia? Y de ser una técnica, ¿qué tipo de técnica es? ¿A qué tipo de terapia se puede asociar?

 

1. Objetivos terapéuticos

 

Una terapia se basa en determinados objetivos terapéuticos de cambio en función de los cuales planifica el procedimiento terapéutico. Si se plantea la Danza Oriental como terapéutica, ¿debe tener unos objetivos terapéuticos propios o subordinados a una terapia más amplia? ¿los objetivos terapéuticos de la Danza Oriental son iguales para todos o debe establecerse unos objetivos a cada persona en función de su proceso terapéutico idiosincrásico?

 

2. Ejercida por un profesional autorizado

 

La psicoterapia es una actividad profesionalizada y especializada a cargo habitualmente de personas con formación en Psicología o Psiquiatría en su mayoría (aunque también pueden ejercer trabajadores sociales o consejeros). ¿Qué tipo de formación especializada debe tener la persona que quiere dar un uso terapéutico a la Danza Oriental? ¿Es suficiente una larga experiencia en la docencia de la Danza Oriental o es necesario tener conocimientos sobre los procesos terapéuticos que se generan con la Danza Oriental y cómo manejarlos?

 

 3. Relación interpersonal profesionalizada

 

La relación terapéutica conlleva una serie de fenómenos que es necesario conocer y saber manejar adecuadamente, por ejemplo la transferencia[11] y la contratransferencia[12]. ¿Se producen también este tipo de fenómenos en la Danza Oriental? ¿Deben este tipo de aspectos formar parte de la formación especializada de la persona que quiere ejercer la Danza Oriental con una finalidad terapéutica?

 

4. Se basa y depende de presupuestos teóricos sobre la naturaleza humana

 

Los objetivos, las técnicas y el procedimiento terapéutico serán distintos en función del concepto de persona que se maneje. La terapia se sostiene sobre determinados presupuestos teóricos que definen el enfoque psicológico desde el cual se aborda el tratamiento.  No se ha demostrado que ningún tipo de enfoque sea más efectivo que otro. La efectividad de un enfoque u otro depende más de la personalidad del cliente y sus necesidades en un momento concreto. Pero lo que no es posible es mezclar de forma incoherente técnicas desde enfoques teóricos distintos. Por eso hay que plantearse, ¿qué concepción de la naturaleza humana manejamos cuando utilizamos la Danza Oriental con fines terapéuticos? ¿Es coherente con el conjunto de técnicas terapéuticas que pueda estar utilizando la persona?

 

No tengo la respuesta a todas estas preguntas. Sería ambicioso querer responderlas todas en este trabajo. Creo que la mayoría se irán definiendo a medida que se ejerza la Danza Oriental con finalidades terapéuticas y se realicen estudios al respecto. A veces las preguntas son más importantes que las respuestas, porque son las que guían el aprendizaje y la evolución. Por eso me conformo con invitaros a reflexionar con ellas a todos aquellos que se dispongan a realizar un uso terapéutico de la Danza Oriental, a que se paren a pensar detenidamente antes de hacer. Un gesto tan simple como ése hará que la práctica profesional sea mucho más sólida y ética. Es la actitud de los grandes maestros orientales. Ese silencio tan característico que guardan antes de cada respuesta. Porque es de sabios pararse a sopesar lo que uno hace o dice. Esto no asegura que el resultado sea más correcto, pero sí mejor fundamentado. Si nos equivocamos, que nos equivoquemos bien, para poder aprender de ello.

 

Lo que sí está en mis manos discutir en este momento y aquí es la pregunta cuya respuesta está en la base de todo, de la que dependen muchas de las cuestiones. ¿Qué supuestos básicos manejamos sobre la naturaleza del ser humano cuando tenemos una finalidad terapéutica con la Danza Oriental? Esto nos permitiría delimitar la Danza Oriental dentro de un enfoque teórico concreto a partir del cual definir objetivos terapéuticos, técnicas, características de la relación terapéutica y otras cuestiones.

 

 

3. Cuatro visiones de la naturaleza humana

El enfoque teórico desde el que se estructura una terapia se basa en una determinada concepción de ser humano, de la que dependen el resto de criterios de la terapia (objetivos, técnicas, relación terapéutica,…). Pero ¿cuáles son los posibles conceptos de ser humano que se pueden tener? No es una pregunta fácil de responder, como mínimo por su amplitud. Pero veamos la propuesta que hace Jean-Yves Leluop[13] en un intento de recopilar todas las posibles aproximaciones a la naturaleza del ser humano, basándose en las diversas antropologías que eran corrientes en la época de Filón de Alejandría y que permanecen vivas hasta hoy:

 

-Visión unidimensional del ser humano: se puede concebir y simbolizar al ser humano como una simple línea recta; la persona considerada en una sola de sus dimensiones; la persona como materia, como ‘soma’, como cuerpo solamente. En este tipo de aproximación, el cuerpo tiene a veces ciertas dificultades y defectos; el papel del terapeuta es entonces el mismo que el de un mecánico o relojero. Tiene que poner de nuevo la máquina en funcionamiento. El pensamiento es sólo una complejidad de la materia. El fin es que la materia dure más utilizando todos los medios terapéuticos posibles aunque se sepa que la materia no va a durar siempre. Bajo este fin, la muerte parece representar el fracaso de un determinado saber al mostrar los límites de nuestra tecnología. A su vez, si el ser humano es sólo materia, materia compuesta que luego tendrá que descomponerse, la finalidad de las personas es el éxito material. Este género de mensaje se transmite constantemente en los medios de comunicación social.

 

-Visión bidimensional: se considera a la persona no sólo como materia, cuerpo o ‘soma’, sino también como un alma, como una psique’. La aceptación de la existencia del alma supone que hay una información que anima a la materia y puede ser independiente de la vida de la materia. Si aceptamos que la persona no es sólo materia, sino que es cuerpo y ‘psique’, existe el peligro del dualismo platónico de privilegiar el mundo del alma, despreciando y olvidando el mundo del cuerpo porque se concibe al cuerpo como una cárcel para el alma del que tiene que liberarse. Pero si se considera tanto el alma como el cuerpo, se atenderá al cuerpo recordando que ese cuerpo tiene un alma y diremos que la finalidad de la vida humana, en el nivel material, es el éxito; pero también trataremos de conocer la belleza de su alma y la libertad de ese alma en relación con el cuerpo y la materia.

 

Dentro del concepto de alma se incluyen pensamientos y sentimientos (además de recuerdos, intuiciones,…). No se distingue lo racional y lo irracional. Distinciones que son producto del dualismo que daría lugar al racionalismo por oposición al mundo de las emociones como algo despreciado e indeseable.

 

-Visión tridimensional: esta otra visión del ser humano advierte que hay en él una dimensión que no es solamente la del mundo del alma. Está el ‘soma’, está la ‘psique’ y está también lo que los griegos llaman nous’, que corresponde aproximadamente a la palabra espíritu en nuestra lengua. ‘Nous’ es una palabra difícil de traducir. No se trata solamente de la inteligencia analítica o de la inteligencia racional. No se trata del mundo de la emoción o del mundo del sentimiento. Se trata de ese tipo de inteligencia contemplativa que en la antropología semítica tendrá el nombre de corazón inteligente. Es una inteligencia silenciosa. Es la experiencia, en la persona, de un espacio y un silencio más allá de lo mental, más allá de las emociones, más allá de las sensaciones. Se trata de una dimensión del ser humano que los antiguos reconocían y que nosotros volvemos a descubrir actualmente a través de determinadas prácticas de relajación profunda o de meditación.

 

Cuando deseamos acompañar a una persona que sufre, cuidamos de su cuerpo, no nos olvidamos de su alma con todos sus recuerdos inscritos en ella, no dejamos de lado su mundo psicológico, emocional, ni prescindimos de ese mundo de silencio que existe en él. En la práctica terapéutica hay una forma silenciosa de estar sentado y puede darse una transfusión de serenidad a ese espacio en el que la persona vuelve a encontrar algo de ese silencio interior. Esta práctica le permitirá no identificarse solamente con su cuerpo ni solamente con su psiquismo, sino descubrir esa otra dimensión de su ser. Los antiguos consideran el nous como la parte divina de la persona. En esta visión existe el peligro de divinizar una parte del ser humano y, de nuevo, despreciar el resto del compuesto humano. Esta visión es muy corriente entre los monjes: para liberar el nous que hay en ellos mismos, tienden a despreciar el cuerpo y a despreciar también los sentimientos, las emociones y el pensamiento racional. Otra antropología considera el nous, no como la parte divina de la persona sino como el lugar donde lo divino se refleja en la persona. Para hablar del nous utilizan frecuentemente la imagen del espejo. El espejo, cuando está totalmente limpio, puede reflejar la luz y volverse luz a pesar de que no es fuente de luz. Se es el nous pero no el Pneuma.

 

-Hay una cuarta visión de la persona. En ella nos volvemos a encontrar con las tres dimensiones anteriores pero atravesadas por una cuarta dimensión. Las tres anteriores, reconocidas y respetadas, son el soma, la psique y el nous; pero están atravesadas por el ‘Pneuma’. El Pneuma’ es el soplo, el gran soplo de la vida, la energía creadora. En esta visión del ser humano se trata de introducir el ‘Pneuma’ en el ‘soma’, no despreciando el cuerpo, sino permitiendo que reciba mejor el soplo. Se trata además de introducir el ‘Pneuma’ en nuestra ‘psique’. No para destruir nuestras emociones, no para destruir nuestros recuerdos, sino para sentirnos libres en relación con ellos. De la misma manera, no se trata de negar el ‘nous’, sino de no idolatrarlo, de no tomarlo por la parte divina de nuestro ser, de considerarlo como el espejo de la luz. En esta visión “pneumática” de la persona, el terapeuta cuida del cuerpo, cuida del psiquismo, cuida del nous, practica la meditación y respeta todas estas dimensiones.

 

Ya tenemos una idea de las distintas visiones que se pueden tener sobre el ser humano, según se tengan en cuenta más o menos dimensiones o planos del mismo. ¿Comparte la Danza Oriental alguna de estas visiones? Saber que concepto de ser humano se trabaja con la Danza Oriental nos ayudará a encontrar un enfoque teórico psicológico coherente con ella.

 

 

4. La visión del ser humano en la danza oriental

El valor terapéutico de la Danza Oriental puede ser explicado desde una visión materialista del ser humano, exponiendo por ejemplo que es un ejercicio físico que libera endorfinas que producen una sensación de bienestar y relajación. Puede ser explicado desde una visión bidimensional añadiendo a lo anterior que esa sensación de bienestar produce pensamientos positivos sobre nuestra imagen, nuestras capacidades físicas y mentales, y que además favorecen las relaciones de grupo y el sentido de pertenencia al mismo, favoreciendo una autoestima más alta que repercute en las interpretaciones que hacemos de nuestra cotidianeidad. Pero la Danza Oriental, sin negar todo lo anterior, es más que todo eso.

 

El valor terapéutico de la Danza Oriental reside en que además de trabajar el cuerpo, los sentimientos y el razonamiento mental, trabaja la dimensión espiritual. La Danza Oriental tiene que ver por tanto con la visión “pneumática” de Jean-Yves Leluop. A continuación analizaré de qué forma está la espiritualidad asociada a la Danza Oriental y a su vez integra todas las dimensiones.

 

La Danza Oriental ha conservado el movimiento pélvico de una de las primeras formas de expresión de espiritualidad del ser humano, las danzas rituales de fertilidad, danzas sagradas de culto a la Diosa y la feminidad.

 

“Desde los tiempos más primitivos la religiosidad mágico-animista vinculó estrechamente el concepto de Creación con la sexualidad. El culto de la Diosa se fundó sobre el misterio de la procreación, celebrada en los primitivos cultos lunares como una sacralización de ese principio que encarnaba en la mujer, en tanto ella era la sede y la fuente del milagro que implicaba el nacimiento de un nuevo ser, cuyo origen misterioso se atribuía al ámbito de lo sobrenatural en un plano metafísico.” (La Cruz, L.G., 2003)[14]

 

De hecho, los movimientos pélvicos es la característica más sobresaliente de la Danza Oriental de la cual proviene el nombre occidental con el que también se conoce la Danza Oriental como ‘Danza del Vientre’ (‘Danse du Ventre’)[15]. Los movimientos pélvicos se basan en la polarización de los miembros inferiores que conectan con la tierra (asociada a la fertilidad, los alimentos,…) y los miembros superiores que se comunican con la deidad del cielo. Este principio de polarización se mantiene como un aspecto crucial con el desarrollo artístico de la Danza Oriental en el Antiguo Egipto y los países árabes. Los movimientos pélvicos ganan en ondulación y feminidad pero no pierden el vínculo con lo sagrado y el ritual devocional.

 

“El movimiento de las danzas sagradas se utiliza ahora para entretener, pero lo sagrado y lo profano no se encuentran radicalmente separados. La espiritualidad y el rito siguen siendo parte de la propia vida. El mismo movimiento ondulante infinito evoca inevitablemente a la serpiente, símbolo ritual de la sacralización ancestral de lo femenino y el ciclo vital” (Passo, P., 2011, p.62)[16]

 

La Danza Oriental, tal y como su nombre original indica (‘Raks Sharki’: danza oriental) no es un folclore egipcio, ni libanés, ni turco, ni sirio (aunque éstos existen por otro lado también), sino que es una danza que se ha desarrollado y enriquecido del aporte de distintas culturas orientales. En el seno de los harenes de Oriente Medio, donde convivían miles de mujeres de distinta procedencia (egipcias, turcas, hindúes, persas, kurdas, romanas, armenias, etíopes, sudanesas, bereberes,…) se añaden a los movimientos ancestrales una gran diversidad de movimientos, gestos y expresiones del universo femenino. Estos elementos de distinta procedencia no son fruto del azar sino que cada danza es el reflejo de una tradición, un modelo de feminidad, un concepto de vida, y una filosofía espiritual. La Danza Oriental recoge y unifica todas ellas en una sola danza, una danza que contiene un potente valor simbólico ancestral y transcultural de la feminidad.

 

La mujer en Occidente tiene el alma escindida. Para ser atractiva, debe ser sensible, pasiva y vulnerable, nada racional. Para tener éxito en un mundo de valores masculinos debe competir por ser más inteligente, más fría y más agresiva que cualquier hombre tan sólo para demostrar que vale lo mismo. En Oriente, la mujer atractiva es una mujer culta, inteligente, activa e incontrolable.

 

La mujer occidental no está conforme con su cuerpo y lo tortura a contra natura con dietas y ejercicios agresivos. La cultura oriental es una cultura hedonista, que gusta de disfrutar de los placeres del cuerpo y los sentidos. Ejemplos de ello son los rituales del  hammam (largos baños de higiene y cuidados al cuerpo) o las ceremonias de majliss (planificación del tiempo dedicado al placer). El cuerpo femenino rellenito es el más apreciado porque representa el control que tiene una mujer sobre su vida.

 

En Occidente, la represión de la religión durante muchos siglos y el concepto materialista de la sociedad hace que se repudie cualquier signo de espiritualidad asociándola a un nivel inferior de inteligencia. En Oriente, la espiritualidad es un elemento central en sus vidas, y está asociada al conocimiento superior y la sabiduría. Espiritualidad no está reñida con el placer corporal, ni con razonamientos elevados, y requiere también de una intuición aguda y un sentir inteligente para aprehender aquello que la razón sola no alcanza.

 

Éstos sólo pretenden ser algunos ejemplos ilustrativos de lo que hay detrás de la Danza Oriental, de algunos de los valores que trae en sus movimientos. Son valores que trascienden los dualismos, que integran cuerpo-alma-espíritu y respetan cada una de las dimensiones. No pretendo aquí hacer una exaltación de la cultura oriental y despreciar la cultura occidental. No hace falta nombrar ningún ejemplo pues todos conocemos de sobra que los valores orientales en la práctica de sus sociedades presentan también muchos problemas. Pero me interesa aquí enfatizar los valores que la Danza Oriental puede aportar a la sociedad occidental.

 

Así, bailar Danza Oriental a través de sus movimientos lentos y sus ondulaciones sobre la melodía, es entrar en el ritmo de la vida oriental donde siempre hay tiempo para sentir placer, para conectar con uno mismo o dedicarse a las relaciones con los demás, donde tener prisa es un gesto de muy mala educación. Bailar Danza Oriental con los pies descalzos conectada a la energía de la Tierra, elevando los brazos al cielo como extensión de la expansión del plexo solar al respirar, es sentir la devoción de las religiones orientales por la grandeza del cosmos y es sentir la plenitud al sentirse parte de él. Bailar Danza Oriental con sus serpenteados y ondulaciones pélvicas, es sentir el poder de la feminidad conectado al ciclo de la vida. Bailar Danza Oriental con su carácter improvisado es abandonarse a la catarsis emocional. Y bailar sus movimientos mántricos sin principio ni fin, es entrar en trance en conexión con lo infinito.

 

Hemos dicho que la Danza Oriental conserva los movimientos pélvicos y el carácter ritual de la danza primitiva. En Occidente, en cambio, se fueron perdiendo. La danza asociada a la expresión catártica de sentimientos humanos, a la sensualidad del cuerpo y como forma de comunicación directa con la divinidad fue censurada y condenada por la Iglesia. Se quita el foco de atención del centro del cuerpo, el movimiento se ejecuta hacia fuera y desde las extremidades, para evitar la introspección del movimiento y convertir la danza en mero entretenimiento estético y formal. El desarrollo de la técnica alcanza con el ballet un nivel altísimo pero se produce en detrimento de la expresividad de la danza.

 

“En el mundo occidental, los principios del movimiento primitivo vinculados al ritual se fueron perdiendo. El foco de la danza pasó al exterior. La teatralidad del gesto, la expresividad del baile, fueron quedando relegados en pro de ciertos valores estéticos. Los valores e inquietudes fueron cambiando, y así el arte, narrador de la Historia, reflejó esta preocupación cada vez mayor por la estética y la forma. Llegó un punto en el que la danza dejó de cumplir su función de herramienta expresiva, convirtiéndose en pura muestra de virtuosismo. Paralelamente, el rigor técnico alcanzó su ápice, lo que permitió un gran desarrollo de la forma. Pero esta forma llegó a estar carente de sustancia, de emoción, de espíritu.” (Ibídem, p.163)

 

Se pierde así la espiritualidad en la danza occidental, la danza como expresión del ser profundo. ¿Se pierde? Patricia Passo nos muestra magistralmente con un fragmento de reflexión de Wosien sobre el ballet cómo la espiritualidad de la danza sobrevive incluso en aquella época histórica en la que parece estéticamente imposible.

 

“El arte de la danza clásica (…) se basa en una profunda comprensión de las funciones del cuerpo humano y de sus articulaciones. También satisface las exigencias del hombre como homo religiosus, que desea una unificación con su creador: danzando, camina en busca de ese objetivo a través del sacrificio diario de dedicación, de limpieza de todas las impurezas y del dolor de eterno caminar a pie.” (Ibidem, p.182)

 

La danza nació por la necesidad del ser humano de comunicación con el cosmos. Esa esencia espiritual siempre estará presente en cualquier danza, independientemente de la conciencia que se tenga de ella. No obstante, la Danza Oriental cuenta con una mayor tradición espiritual consciente, explícita e intencional.

 

En el siglo XX y XXI, con el movimiento humanista en reacción a la mecanización de la sociedad, Occidente busca recuperar el espíritu en la danza, la conexión con el interior como punto de partida de la forma, con figuras como Isadora Duncan, Loïe Fuller, Ruth St. Dennis, Martha Graham y Rudolf Laban. Es entonces (o incluso antes, ya con el Romanticismo) cuando Occidente torna su mirada a Oriente atraída por la tradición humanista ancestral que ha mantenido y desarrollado durante siglos hasta la actualidad. Al mismo tiempo Oriente se siente atraída por el desarrollo tecnológico de Occidente y los avances políticos y sociales a favor de una mayor libertad individual. En la danza occidental moderna y contemporánea, algunas figuras importantes rescatan elementos orientales o se inspiran en sus valores, como Tórtola Valencia, Mata Hari, Ruth St. Dennis o Marta Graham. Mientras que la Danza Oriental “se exilia” a la apertura occidental con la censura de la danza en Egipto –aunque sobrevive en Oriente Medio encerrada en la intimidad de las casas entre las mujeres, como ya lo hizo durante siglos en los harenes.

 

Mahmoud Reda llega a Europa con un estilo que utiliza vocabulario del ballet clásico y la danza moderna para dar a conocer la danza egipcia. La labor de Reda fue muy importante pues marcó el precedente de la expansión mundial de la Danza Oriental (por Europa y Estados Unidos). Pero al adaptarse la Danza Oriental al espectador occidental, ésta perdió su esencia espiritual, de nuevo, en una ostentación de virtuosismo –como ya ocurrió con la propia danza occidental. Donde no se ha perdido es en la intimidad de las casas de los países árabes.

 

“Al dar mayor énfasis a la dimensión puramente sexual de las danzas orientales desdibujó su dimensión cósmica, que se remonta a los cultos dedicados a las diosas […]” “En la actualidad, tanto en Oriente Medio como en el norte de África, la danza del vientre no se considera –al menos no por parte de las mujeres— una mera agitación de carnes disociada por completo de la espiritualidad, como suele mostrarse en las películas de Hollywood.” “Durante siglos las madres y las tías han enseñado a las niñas los gestos elementales de la danza oriental como ejercicio de atribución de poder. Y siguen haciéndolo. Así, la danza se transmite entre generaciones de mujeres como celebración del cuerpo y ritual de acceso al poder.” “En un mundo árabe que padece esta agresiva globalización que apenas podemos controlar, todo parece cambiar a una velocidad de vértigo. Todo, excepto esta obstinada necesidad de las mujeres de todas las edades y estratos sociales por tener su dosis reafirmante de danza oriental que a menudo adquiere la forma de un trance. Y esto me lleva de nuevo a […] la ausencia, en los harenes de Hollywood […] de la dimensión cósmica autoafirmante, propia de la danza oriental.” (Mernissi, 2003, p.84 y 85)[17]

 

Pero es posible ir en busca del significado profundo de los movimientos  y recuperar la esencia de la Danza Oriental. En esta línea, Patricia Passo[18] hace un magnífico trabajo. Basándose en la reconstrucción antropológica de la esencia de la danza y una sistematización de la transmisión del conocimiento apta para la mente occidental, propone el método de Oriental Fusion Dance. No es el único método posible, podemos hacer terapia desde distintos métodos de Danza Oriental. Pero si queremos hacer un uso terapéutico de la Danza Oriental realmente valioso que aproveche todo su potencial debemos trabajar con un método que mantenga su esencia. No cualquier método de Danza Oriental vale, ya que su mayor potencial reside en esa visión “pneumática” integradora, alivio para el sufrimiento de una sociedad desacralizada.

 

Ahora que tenemos claro que la visión del ser humano en la Danza Oriental es una integración de cuerpo-alma-espíritu, vayamos a la búsqueda de un enfoque teórico dentro de la Psicología que coincida con esta visión, un enfoque teórico que nos permita estructurar la Danza Oriental como terapéutica. Hagamos a continuación un repaso de los enfoques teóricos más importantes de la Historia de la Psicología y qué visión del ser humano trabaja cada una. Seguiremos para ello el planteamiento de Maslow que agrupa los enfoques de la Psicología en las que llama las cuatro fuerzas de la Psicología. Cada una de ellas representa según este autor una revolución en la evolución de las corrientes de la Psicología.

 

 

5. Enfoques teóricos de la psicología: Las cuatro fuerzas

En la Psicología de la sociedad postindustrial y consumista actual, domina una visión materialista y racionalista del ser humano. La persona es materia, una máquina que hay que arreglar para que no interrumpa la cadena de montaje, hay que readaptarlo al medio con el mínimo coste de tiempo y dinero. Curiosamente, esa visión materialista ignora el cuerpo en general, inmersa en un abordaje mentalista y racionalista basado en el discurso y el análisis lógico desde el intelecto. Esto procede del intento de solucionar el molesto dualismo cuerpo-alma para el positivismo científico. La enmienda consistió en reducir el alma a materia, identificándola con la mente que se corresponde fácilmente como materia localizándola en el cerebro. Así mismo, para evitar quebraderos de cabeza, se procedió a despreciar e ignorar todo aquello que no fuera objetivable y controlable, es decir, todo lo que no fuera racional pasó al cajón desastre de lo irracional y fue relegado al olvido, acabando prácticamente por no existir para la mente occidental.

 

Dentro de esta concepción materialista y racionalista estaría la llamada Primera Fuerza de la Psicología, que incluye los enfoques conductistas y cognitivistas que tienen la exclusiva en los ámbitos oficiales (sanidad pública, sistema educativo, servicios sociales, ámbito académico-universitario e instituciones públicas en general) y dominan gran parte de los ámbitos privados por la autoridad que le proporciona su oficialidad y éxito en términos de productividad. El conductismo estudia a la persona basándose exclusivamente en el comportamiento observable y el tratamiento consiste siempre en manipular estímulos del ambiente para controlar que la respuesta o reacción sea la deseada. El cognitivismo desciende del conductismo, pero se separa de éste al introducir como posibles estímulos las cogniciones (pensamientos, verbalizaciones y en menor medida, emociones, recuerdos,…) algo un poquito más difícil de registrar, pero medible indirectamente mediante tests psicométricos o correlaciones de estados fisiológicos.

 

El psicoanálisis, aunque ha sido repudiado por la ciencia oficial por estudiar los aspectos irracionales de la mente humana, se originó en la medicina con una fuerte influencia del método científico y el enfoque positivista de la psicología. Por ello, aunque abre la puerta a un aspecto de la persona que no puede verificarse empíricamente, el inconsciente, lo hace desde una concepción racionalista y materialista de la vida despreciando la dimensión espiritual de las personas, repudiando la religión y los procesos místicos como una expresión de patología, como una ilusión obsesiva-compulsiva, algo propio de un estadio primitivo de la infancia. No obstante el psicoanálisis se abre al estudio operativo del inconsciente y al concepto psicosomático que siembra el gérmen de la relación cuerpo-mente, y por ello es denominado como la Segunda Fuerza de la Psicología. Jung, el discípulo de Freud, fue quien después habló del inconsciente mediante el simbolismo onírico, mitológico y religioso que utiliza un pensamiento simbólico supraverbal sin negar el pensamiento lógico, verbal, consciente que dirige la realidad consensual. Y otro discípulo de Freud, Wilhelm Reich, estableció un concepto revolucionario de la perspectiva psicológica de integración del cuerpo y la mente que se despega del intelectualismo para encuadrarse en la vida como proceso energético. Este nuevo concepto daría lugar a la bioenergética y las técnicas psico-corporales.

 

La Gestalt surge como alternativa al mecanicismo del Conductismo y el Psicoanálisis. La Gestalt fue llamada Psicología Humanista como crítica al reduccionismo de la visión materialista y racionalista que se concebía como una visión incompleta del ser humano, y por tanto, como no humano. La Psicología Humanista supuso la ruptura con el modelo médico centrado en los aspectos negativos del ser humano, anormalizando su sufrimiento como patológico, para concebir la vida como una búsqueda individual de la que el sufrimiento forma parte y la terapia ofrece una guía de transformación de la consciencia. Supone también devolver el valor a la intuición, a los sentimientos y emociones, y al trabajo corporal. Este movimiento fue denominado por Maslow como La Tercera Fuerza. La terapia gestáltica es la búsqueda de la experiencia de la consciencia en el presente. Es la terapia del “aquí y ahora”, sentir y experienciar más que pensar e imaginar. Es la consciencia continua que culmina con una experiencia sobrecogedora de “darse cuenta” o insight. La toma de consciencia que supone el darse cuenta es en sí espiritual, pero en la terapia gestáltica está todavía disimulada, no explícita, aunque se nutra de tradiciones espirituales como el zen y su noción de vacuidad.

 

Así como la Gestalt surge en contraposición al Conductismo y el Psicoanálisis, la Psicología Transpersonal surge como un continuum con la Gestalt, que va un poco más allá al acercarse más a la espiritualidad oriental. De esta manera, la Psicología Transpersonal aborda explícitamente la dimensión espiritual de la persona, sin una evasión de las otras dimensiones de la persona (por eso lo de ‘trans-’, porque es ‘a través de’). Tenemos, pues, un enfoque teórico que puede servir como marco al uso terapéutico de la Danza Oriental, ya que comparten una misma visión del ser humano como la integración de cuerpo-alma-espíritu. No es casual, que sea el enfoque teórico que más se acerca a la sabiduría oriental.

 

Antes de proseguir quisiera definir aquí explícitamente el concepto de espiritualidad que manejamos en este trabajo. Cuando hable de espiritualidad me estaré refiriendo a la experiencia de unión del individuo con el cosmos, la consciencia de la unidad, de que se forma parte de un Todo, del Absoluto. Esta consciencia es la experiencia de un ser finito que se abre al infinito del universo. La experiencia de lo numinoso, como lo denomina Jean-Yves Leloup[19], puede encontrarse en la religión. Normalmente y sobre todo tradicionalmente, el término espiritualidad se asocia a la religión. De hecho, todas las religiones la denominan con distintos nombres pero su significado es común (satori en el budismo, moksa en el hinduismo, experiencia mística o éxtasis en el cristianismo, ma’rifa para los sufíes,…). Sin embargo, la experiencia de lo numinoso no es necesariamente religiosa. La religión puede servir como guía hacia lo numinoso pero lo numinoso puede encontrarse también simplemente en la grandeza de la naturaleza, en la experiencia artística, en el encuentro con otra persona, en el encuentro amoroso, en la celebración, en accidentes o enfermedades que nos hacen sentir la muerte como algo cercano o en experiencias que nada tienen que ver con todo lo mencionado. Y no obstante, esto es posible porque en realidad en estos acontecimientos o vivencias externas no se encuentra la espiritualidad, sino que la espiritualidad se encuentra en el interior de la persona, es una dimensión profunda de la personalidad, el sí mismo o Self universal[20], común a todos los seres.

 

Por último, la bioenergética es un enfoque teórico de la Psicología que no se encuadra en ninguna de las cuatro fuerzas de la Psicología. Proviene del Psicoanálisis, como ya apuntábamos cuando hemos hablado de éste, pero se separa de los presupuestos del psicoanálisis en tanto que considera que las secuelas de los traumas de la infancia quedan registrados en el cuerpo además de en la psique y rompe con el tabú del contacto físico entre terapeuta y cliente. Los principios de la bioenergética provienen de la vegetoterapia de Wilhelm Reich. Este autor encontró una energía que fluye a través del cuerpo registrable por los aparatos de la ciencia, que denominó orgón. La energía fluye en cuatro latidos: tensión-carga-descarga-relajación. Según este autor, los traumas y sensaciones sexuales reprimidas quedan en forma de complejos patrones de tensión muscular crónica. El enfoque de Reich es materialista y racionalista como el psicoanálisis, sólo habla de lo que se puede medir, aunque abre la puerta al trabajo corporal con el concepto de la energía vital del cuerpo. A partir de ella Alexander Lower[21] establece los principios de la bioenergética, que ya sí tiene una perspectiva que integra además del cuerpo y la mente, el espíritu. Según Lower, la armonía es el estado de conexión con el universo con el que nacemos, venimos al mundo como criaturas espirituales. La espiritualidad se refleja en la salud, la vitalidad y el estado energético del cuerpo. Pero es habitual perderla, y por ello la bioenergética trabaja para la recuperación de la vitalidad del cuerpo mediante el desbloqueo muscular que permita la fluidez de la energía, y con ello, la recuperación de la espiritualidad. El trabajo corporal mediante la energía vital resulta muy útil para dar soporte empírico a realidades energéticas de la sabiduría oriental que forman parte de la Danza Oriental. Por tanto, considero que la bioenergética desde una perspectiva que incluye una explicación espiritual de la vivencia energética puede encuadrarse bajo la Psicología Transpersonal. Sin embargo, hay una parte de la bioenergética que no me resulta coherente con la filosofía oriental y la Danza Oriental, ni con la Psicología Transpersonal. Y es la parte remanente de su ascendencia psicoanalítica. Se trata de la perspectiva centrada en el pasado, que considera que determinadas experiencias tempranas son absolutamente determinantes para el resto de la vida de la persona, los traumas. La filosofía oriental se basa en la consciencia del momento presente, y considera que todo lo demás, recuerdos del pasado e ilusiones de futuro, te atrapan en los límites del Ego y el sufrimiento, impidiéndonos sentir la unión con el cosmos. Además la filosofía oriental tampoco tiene ese aurea de pesimismo que hay alrededor del concepto de experiencias traumáticas, sino que concibe las crisis como oportunidades de crecimiento.

 

Ahora que conocemos a grandes rasgos las razones de que la Psicología Transpersonal sea el enfoque teórico dentro de la Psicología más adecuado desde el cuál estructurar un uso terapéutico de la Danza Oriental, veamos con mayor profundidad en qué consiste la Psicología Transpersonal y las posibilidades de una Danza Oriental terapéutica dentro de la misma. Conocer distintos aspectos de la Psicología Transpersonal nos revelará importantes cuestiones acerca de las posibilidades de la terapia desde la Danza Oriental.

 

“Relájate y deja que tu yo se confunda con la vasta extensión del espacio.

Recuerda que no tienes comienzo ni fin y que tú no mueres con este cuerpo.

¡Si, mi amor, te lo prometo!”[22]

 

 

 

 


Bibliografía y nota al pie

[1] Merino Guardiola, Beatriz (2003): El despertar de la Diosa. La Danza Oriental Terapéutica. Mandala Ediciones.

[2] De Leon, Nadia, «Belly Dance as a Means of Dance Therapy for Survivors of Sexual Assault» (2006). Honors College Capstone Experience/Thesis Projects. Paper 7 en http://digitalcommons.wku.edu/stu_hon_theses/7

[3] Nganou, Annie en www.dammu.com, basado en el original de la misma autora: Danse-thérapie et traumatisme psychique : restauration narcissique et réappropriation de soi chez la femme présentant des troubles post-traumatiques, à travers la pratique de la danse. Thèse d’exercice de médecine. Paris : Université Paris 7- Xavier Bichat, Paris, 2007. 272f.

[4] Sookoo, Ashika: Belly dance as a strategy for women’s self care. Thesis (M.A.) -University of KwaZulu-Natal, Durban 2008. Publicado en Internet en el depósito institucional de University of KwaZulu-Natal el 3 de Septiembre de 2010.

[5] Díez, Marisol en Revista Añil: La danza oriental… ¿es siempre terapéutica? http://www.anildanza.com Publicado el 28/07/09.

[6] Albert Lenze, Belén: La depresión. El cuerpo como opresor y oprimido del espíritu. Liberación del cuerpo y de la mente a través de la Danza Fusión Oriental. Tesina Septiembre 2010 del Diploma Universitario en Danza Oriental 2009-10 del Instituto Alicia Alonso, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid.

[7] Doistua López, Aitziber: Danza Fusión Oriental como herramienta terapéutica para la mujer occidental. Tesina Junio 2010 del Diploma Universitario en Danza Oriental 2009-10 del Instituto Alicia Alonso, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid.

[8] El modelo médico procede de los enfoques positivistas y concibe el sufrimiento como anomalía clasificable en enfermedades mentales en función de una codificación de síntomas. Otros modelos en psicología, como la humanista y sus descendientes, no conciben el sufrimiento como un problema sino como parte de la existencia y el terapeuta no trata enfermedades sino que acompaña al cliente en su proceso de transformación vital.

[9] Wolberg, 1977 en Feixas, G. y Miró, M.T. (1994). Aproximaciones a la psicoterapia. Una introducción a los tratamientos psicológicos. Barcelona: Paidos.

[10] http://www.feap.es/quienes-somos.htm

[11] La transferencia es un proceso por el cual los clientes proyectan de manera inconsciente en el terapeuta sentimientos y actitudes que tienen o han tenido con figuras significativas de sus vidas. Por ejemplo, actúan con el terapeuta como si fuera su madre o su pareja.

[12] La contratransferencia es el mismo proceso que la transferencia pero a la inversa. El terapeuta proyecta sobre sus clientes respuestas emocionales inconscientes basadas en sus relaciones pasadas no resueltas. Para evitar que esas relaciones no resueltas interfieran en la efectividad de la terapia, el terapeuta debe hacer una terapia personal que normalmente se lleva a cabo antes y a lo largo de toda su vida profesional.

[13] Jean-Yves Leluop (1999) Terapeutas del desierto. De Filón de Alejandría y Francisco de Asís a Graf Dürckheim. Traducción de Alfonso Ortiz García. Barcelona: Sal Terrae. En este trabajo se resumen las cuatro visiones del ser humano que expone el autor conservando la forma de su discurso. No obstante, el autor utiliza el término “hombre” de forma genérica para referirse al “ser humano” y en este trabajo he optado por utilizar este último término que no implica una distinción de género y sexo, debido a que el uso de términos genéricos en masculino invisibiliza simbólicamente al sexo femenino.

[14] La Cruz, Luis G. (2003): El regreso de la Diosa. Colección Año Cero. Buenos Aires: América Ibérica

[15] El término ‘danza del vientre’ que proviene del francés ‘danse du ventre’, ‘bellydance’ (término anglosajón que significa literalmente ‘danza del ombligo’), ‘bauchtanz’ (término germánico, literalmente «danza de la barriga») y otros términos similares que hacen referencia a una parte del cuerpo, relacionada con los movimientos pélvicos que son la base de esta danza, son términos acuñados por las culturas occidentales modernas al importar esta danza y que proporcionan una idea parcial, superficial y centrada en el matiz erótico con fines comerciales, valores que incoherentes con el carácter holístico, la profundidad espiritual y el sentido sagrado del erotismo originales de esta danza.

[16] Passo, Patricia (2011): Fusión. El universo que danza. Madrid: ESM

[17] Mernissi, F. (2003): El Harem en Occidente. Madrid: Espasa Calpe.

[18] Passo, Patricia (2011): Fusión. El universo que danza. Madrid: ESM

[19] Jean-Yves Leluop (1999) Terapeutas del desierto. De Filón de Alejandría y Francisco de Asís a Graf Dürckheim. Traducción de Alfonso Ortiz García. Barcelona: Sal Terrae.

[20] Self universal es un término acuñado por Muriel James en Ana Gimeno-Bayón Cobos (2006): Psicología Transpersonal: Una visión personal. Barcelona: Instituto Erich Fromm de Psicología Humanista.

[21] Lower, Alexander (2010): La espiritualidad del cuerpo. Bioenergética, un camino para alcanzar la armonía y el estado de gracia. Barcelona: Paidós.

[22] Este es el verso culminante de un poema que escribe Wilber a su mujer, con la que se había casado en 1984 y a la que diez días después se diagnosticó cáncer de mama. Muere en 1989. Encontré el fragmento en Almendro, Manuel (1998): Psicología y psicoterapia transpersonal. Barcelona: Kairós. Pág. 150.

[23] Almendro, Manuel (1998): Psicología y psicoterapia transpersonal. Barcelona: Kairós.

[24] Almendro, Manuel (1998): Psicología y psicoterapia transpersonal. Barcelona: Kairós.

[25] Almendro, Manuel (1998): Psicología y psicoterapia transpersonal. Barcelona: Kairós.

[26] Reid, Daniel (2010): El Tao de la salud, el sexo y la larga vida. Barcelona: Ediciones Urano.

[27] Don Patricio, el viejo maestro mazateco, en Almendro, Manuel (1998): Psicología y Psicoterapia Transpersonal. Barcelona: Kairós. Pág. 167

[28] Patricia Passo. Cita recogida en sus clases de metodología de enseñanza del Diploma Universitario en Danza Oriental 2010-11.

[29] Wilber en Gimeno-Bayón, Ana (2006): Psicología transpersonal. Una visión personal. Tomo I. Instituto Erich Fromm de Psicología Humanista: Barcelona

[30] Jean-Yves Leloup (1999): Terapeutas del desierto. Del filón de Alejandría y Francisco de Asís a Graf Dürckheim. Sal Terrae: Bilbao. Pág. 27

[31] Jean-Yves Leloup (1999): Terapeutas del desierto. Del filón de Alejandría y Francisco de Asís a Graf Dürckheim. Sal Terrae: Bilbao.

CV MARIELA DORNER

Mariela Dorner es psicóloga y bailarina de danza oriental. Se ha formado en danza fusión oriental con Patricia Passo, danza oriental clásica con Nadira Amar y Tasnim, danza nepali y danza bollywood en Nepal, Danza Nubia y giro Sufi con Mohammed el Sayed, Danzas Sagradas de Gurdjieff con Uttam Módenes, danza clásica india con Anja Grove en Alemania.

Ha creado los espectáculos “Glaube über Schmerz” en Alemania, “Íntimo” en Café-Teatro Central en Utrera, y co-creado espectáculos con coreografías de Danza Oriental integradas como los espectáculos infantiles “Noche Pirata” y “Al Tren”, la pieza de microteatro “Y yo la esperaba” y el videoclip “Mamawita”. Ha participado en “Duncan”, “Todos Somos Siria”, “Dakini”, “Metamorfosis”, “AL-MA”  y “Festival Bollywood Madrid 2010” bajo la dirección artística de Patricia Passo.

Se dedica a investigar sobre el valor terapéutico de la danza oriental. Desde 2011 ha impartido talleres en asociaciones para mujeres que han sufrido algún tipo de violencia de género y por la prevención. A partir de estas experiencias ha ido desarrollando un método que combina la danza fusión oriental y la narración de cuentos de sabidurías ancestrales con una perspectiva de género. Se trata de un trabajo en torno a la sexualidad y el bienestar de la mujer con la danza fusión oriental (OFD) como herramienta de crecimiento personal y espiritual.

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