Flamenco, arte híbrido

porque es el lugar más “oriental”
que han encontrado en su peregrinación.

Allen Josephs y Juan Caballero

El flamenco nace del encuentro entre tres culturas especialmente dotadas para el cante y el baile: la gitana, la andaluza y la negra.

Gitana Española

Ídolo eterno. George Owen Wynee
Apperley. 1931

La negra Aisha (Rifeña). George
Owen Wynee Apperley. 1938

Los andaluces pusieron la sal, la frescura, la gracia, la elegancia y la picardía; los gitanos el temperamento y la garra interpretativa; los negros con las danzas que, desde el siglo XV, sucesivamente nos han ido llegando del Caribe, la sensualidad de sus contoneos, el descaro de sus quiebros y sus ritmos binarios.

José Luis Navarro García (2008:12) Volumen I.

Este es un hecho muy interesante para el presente estudio, porque el terreno donde empieza a florecer este arte nuevo, es el mismo donde la danza oriental seguía su camino de ascensión, dado que en la Andalucía del siglo XIX ya estaba sobre el dominio de los musulmanes. Se conoce que en los palacios, bailarinas orientales ejercían su profesión con dominio y destreza en el arte de embrujar a través de la danza.

“Las danzas que se hacían en los palacios, aunque cada una reflejase el estilo, y procedencia y la tradición dancística de la bailarina de turno, compartían los rasgos generales del baile que hoy se denomina oriental. Eran danzas sinuosas, caracterizadas por una sensualidad refinada, dulce, llenas de improvisaciones e insinuaciones sexuales, en las que destacan los movimientos rotatorios de cadera y las contracciones violentas de los músculos del vientre –por eso en Europa se las llamó danzas del vientre—, así como una especie de temblor o vibración que recorría todo su cuerpo y que culminaba con rápidos movimientos de hombros, y que se alternaba con delicadas poses y actitudes cargadas de femineidad. Se hacían braceos y movimientos de manos y abundaban las sugerentes contorsiones del torso.”

José Luis Navarro García(2008:27) Volumen I.

 

Sin lugar a duda nos referimos a un sitio sugestivo y peculiar, Andalucía. Antes mismo de la entrada de los árabes en territorio español, según J.L. Navarro García a finales del siglo II, la fama de las bailarinas andaluzas ya corría por el Imperio Romano: se conoce que sus bailes eran obscenos, todavía mantenían su fuerte carácter ritual, eran una exaltación a la madre tierra, una forma de cultivar la belleza y de celebrar el milagro de la fertilidad. Mujeres que según antiguas fuentes utilizaban sus formas femeninas para enaltecer el placer y el amor.

Éste pudo ser un territorio idóneo para la creación del flamenco y el desarrollo del baile oriental. Si comparamos el curso de la historia con una gran flor de loto podemos compartir la idea de que nada es excluyente, cada pétalo con su propia belleza nace de un mismo capullo. Así que si la invasión árabe, las oleadas de emigración gitanas, el mercado de esclavos negros del puerto de Sevilla y el ambiente propicio andaluza contribuyeron de forma decisiva al flamenco, también enriquecieron a la danza oriental.

Si comparamos el curso de la historia con una gran flor de loto podemos compartir la idea de que nada es excluyente, cada pétalo con su propia belleza nace de un mismo capullo. Así que si la invasión árabe, las oleadas de emigración gitanas, el mercado de esclavos negros del puerto de Sevilla y el ambiente propicio andaluza contribuyeron de forma decisiva al flamenco, también enriquecieron a la danza oriental.

La danza oriental fue y sigue siendo una forma espontánea y expresiva de diferentes mujeres para comunicarse con la tierra y con sus propias diosas. Se conoce que a principios del siglo XVII se llevó a cabo la expulsión oficial de los árabes de territorio español. Se puede decir que a pesar de la expulsión muchos moriscos se quedaron en España; algunos de ellos se hicieron pasar por gitanos y se unieron a ellos en la calle, donde ambos siguieron desarrollando su lenguaje artístico como medio de supervivencia.

Así, encontramos una danza, gitana en su origen, que se desarrolla en España hasta lograr características propias. El baile flamenco es, como lo son todas las danzas, un arte híbrido, que ha trascendido a los propios gitanos y al nomadismo. Practicado y en constante movimiento creativo

durante los siglos, su reconocimiento es internacional y ha llegado a las academias con rango universitario. También incluso ha generado una rama ligada al clásico, el baile clásico español.

Conserva aún así en sus movimientos y expresividad algunos rasgos de las antiguas danzas gitanas y su influencia oriental. Es una mezcla del movimiento femenino más sensual con la vitalidad más desbordante o la pasión más desgarradora. Ondula suavemente las manos de quien baila, su cadera, su tronco… Es imposible no hacer una nueva remisión al bagaje de la serpiente…

“Empezó a ondular las caderas de un modo apenas perceptible, mientras los brazos, serpientes tentadoras, dibujaban en el aire graciosos arabescos, perezosas caricias, espasmos eróticos.”  

«Acerca de las Alegría»,Carlos Reyles, en José Luis Navarro y Eulalia Pablo (2005:60).

Pero, a la vez, mantiene el rasgo de fuerza, de lo salvaje. Es el primitivismo que no se pierde cuando la bailaora sube sus brazos por encima de la cabeza y nos recuerda, como en las danzas de tantos pueblos primitivos, cuál es la energía del toro, esa fuerza masculina complementaria de lo femenino. Los cuernos del toro son la fuerza vital. La densidad del movimiento refleja la fuerza que permite superar las dificultades que surgen en la vida. En el baile flamenco la expresión de esta idea adquiere formas muy elegantes.

Patricia Passo. Espectáculo “Red Lotus”, The Arts at Marks Garage, Honolulu (Hawai), mayo 2009.

Espectáculo “De Rajastán al Mediterráneo”, Festival Tres Culturas de Murcia. Mayo 2010. Foto: Luis Javier.

“Al-ma”, Teatro Príncipe Gran Vía, Madrid. Junio 2010. Foto: Luis Javier.

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